He sembrado todas las semillas en mi boca
puse pan, el duro, el otro
sometí a todos mis recuerdos
en el baúl precioso donde duermen las sonrisas,
madrugué todo el encanto
acongojé al llanto de las noches de nuestras pesadillas,
me puse de puntas de pie para alcanzar tu sombra
y en el merecido encastre nos liberaron las cadenas
amarradas nuestras manos, nuestros labios, el íntimo,
las preguntas cuando la infancia del dolor nos creció sin argumentos.
Sanguichito de jamón y tomate, tan rojos como los cachetes tuyos
y los míos, el juego de regar las siestas con las pompas de detergente
por donde se subía el mal humor de la Tía Paulina.
Tironearnos entre Tarzán y Los Intocables.
Hablar durante horas y horas a todos los números equivocados preguntando
si allí no estaba mamá.
Y vos mi palomita con rulitos revoltosos, mensajera a la hora de pedir
platita porque eras la más mona, la más simpática, la descarada,
el mal de ojo, la oveja negra, la que te arroparon más.
Vos chiquitita, la que se largaba a llorar cuando no te quería llevar “al cielo”
de la terraza, donde te conté que allá era el mundo del revés,
que tenía a mis amigos invisibles, La Chochó, La Pequita, El Verlinés;
Y vos que querías que te llevara a mi mundo, que querías “ir al Cielo”
y como eras tan de salirte con la tuya, te me fuiste nomás y con vos
se me fueron escapando por la mira de esta vida que nos toca,
nos empuja y nos quiebra
los antepasados visibles, los contemporáneos invisibles, los perfumes,
las sonrisas, las migas y las amigas, todo se me fue o casi todo
aquí retorciendo la impotencia con la pregunta entre mis manos:
¡Y ahora con quién!
Fanny G Jaretón